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LOS JUDÍOS EN LA URSS Y EL BLOQUE DEL ESTE ¿ANTISEMITISMO O ANTISIONISMO?

La cuestión de los judíos en la Unión Soviética y otros países del Bloque del este es sin duda un tema polémico, marcado por la tergiversación y por las teorías conspirativas más descabelladas y absurdas. Por un lado tenemos a los historiadores y propagandistas liberales, en su mayoría férreos atlantistas y sionistas, que afirman que la Unión Soviética era un ente antisemita, donde los judíos estaban terriblemente oprimidos y que de una forma desvergonzada, en su afán por fabricar un paralelismo entre Hitler y Stalin, exageran el antisemitismo realmente existente en la URSS para legitimar ya no sólo su anticomunismo, sino también su rusofobia, los mismos charlatanes que comparan los campos de exterminio del Reich con los gulags y que se inventan genocidios inexistentes para, una vez más, poner a Stalin al nivel de Hitler, o incluso peor, para así poder defender al Batallón Azov. Por otro lado, tenemos a la legión de frikis fascistoides de Metapedia y demás neonazis trasnochados que dicen ya no sólo que Stalin era judío, sino que Castro, Mao y Mugabe también, el grupo de llorones que despotrica sobre las masacres de Pomerania en 1945 a manos de las hordas asiáticas del Ejército Rojo, para acto seguido lamerle el culo al Japón Imperial, y que cree que Lord Rothschild le pagaba los T-34s a Stalin.


Cartel del Partido Comunista de Israel felicitando a Stalin por su setenta cumpleaños en 1949

La historia es mucho más compleja: los liberales acostumbran a confundir antisionismo y antisemitismo, tanto deliberadamente como por ignorancia, y los neonazis son incapaces de concebir un mundo que funcione sin la participación de los judíos. El sionismo, que al fin y al cabo no deja de ser un nacionalismo decimonónico más, y el socialismo fueron dos movimientos que se desarrollaron de forma paralela y que en numerosas ocasiones se entrelazaron. Sin embargo, la rama marxista del socialismo, opuesta, por lo menos en la teoría original, a todo nacionalismo obviamente se mostraba contraria al sionismo. Bajo el yugo zarista, los judíos estarían obligados a residir en la zona occidental del país, en territorios que a día de hoy se corresponden con Polonia, Ucrania, Lituania y Crimea, por lo que tras las independencias de la Segunda República Polaca y los Estados Bálticos, Rusia perdería un importante número de población hebrea. 

La primera revolución puramente marxista tuvo lugar en Rusia, país que para comienzos del Siglo XX contaba con más de cinco millones de judíos, fuertemente perseguidos por el zarismo, y donde las ideas sionistas, al igual que las comunistas, tenían una gran importancia. Desde un primer momento el leninismo, que en sus filas contaba con numerosos judíos como León Trotski, Yákov Sverdlov o Grigori Zinóviev, se había mostrado contrario al movimiento sionista por su carácter nacionalista, lo que no evitó que, en el contexto del caótico proceso de construcción nacional de la URSS, se crease una división administrativa judía, al igual que se había hecho con las otras minorías étnicas del antiguo Imperio ruso, con el objetivo de contrarrestar el sionismo. El lugar elegido estaba en la región siberiana de Amur, donde se estableció el fallido proyecto del Óblast autónomo Hebreo, cuya población hebrea nunca sobrepasó el 16%. A diferencia de lo ocurrido con otras minorías (chechenos, tártaros, coreanos, etc.), los judíos no sufrieron deportaciones masivas durante el gobierno estalinista, estando la mayoría de los hebreos localizados en Ucrania y Bielorrusia, regiones rápidamente invadidas por los nazis durante la Operación Barbarroja de 1941. Se calcula que para finales de 1942 más de un millón de judíos habían sido asesinados por los nazis y sus colaboradores, sobre todo nacionalistas ucranianos y de los países bálticos, pero también rusos. A diferencia de lo ocurrido en Polonia u otros países, donde se realizaron deportaciones a campos de exterminio, en la URSS la mayoría de muertes se realizaron a punta de pistola, en las masacres perpetradas por los Einsatzgruppen de las SS. El gobierno soviético nunca mostraría interés alguno en separar las víctimas judías de las gentiles durante la Gran Guerra Patria. Para los líderes soviéticos, y posteriormente los rusos, todas las víctimas cuentan por igual, al fin y al cabo los eslavos fueron la etnia más perseguida por los nazis después de los judíos. 

Ciertos propagandistas occidentales han intentado colar la idea de que los Juicios de Moscú de antes de la guerra mundial fueron antisemitas, basándose en la pertenencia a la etnia judía de acusados como Grigori Zinóviev o Karl Radek, obviando que Guénrij Yagoda, comisario del pueblo para asuntos internos (o sea, jefe de la NKVD) y principal impulsor de las purgas, también era judío, si bien este también acabaría siendo purgado y ejecutado. También pasan por alto del papel de Lazar Kagánovich, mano derecha de Stalin y también judío y que a diferencia de Yagoda no fue purgado, siendo apartado de la vida política ya con Kruschev en el poder y Stalin muerto.

La postura soviética respecto al sionismo cambió ligeramente tras el final de la Segunda Guerra Mundial. En 1948 la URSS será el primer país en reconocer la independencia israelí. La creación del Comité Judío Antifascista en 1941, agrupación de intelectuales hebreos soviéticos creada de cara a Occidente, parecía indicar que el gobierno de Stalin mostraría una mayor tolerancia hacia el identitarismo, que no nacionalismo, judío. Con todo, esta postura duró poco y para comienzos de la década de 1950 las relaciones entre la URSS e Israel se habían deteriorado considerablemente debido a las políticas de Stalin en el ámbito interior. Independientemente de la intención de Stalin de tener unas buenas relaciones con Israel, el nacionalismo judío, calificado como burgués por los marxistas, siguió estando mal visto y perseguido de igual manera que lo había estado antes de la guerra mundial. Al fin y al cabo el leninismo se mostraba contrario a todo tipo de nacionalismo, así como en contra de la religión aunque, durante la Segunda Guerra Mundial, el anticlericalismo estalinista se rebajó y se comenzó a mostrar una mayor tolerancia hacia la religión, sobre todo la cristiana ortodoxa, pero también hacia el Islam y al judaísmo. Esta decisión sobrevivió al final de la guerra y se mantuvo hasta la legada al poder de Kruschev, quien pondría en marcha nuevas campañas anticlericales. 

No obstante, es necesario remarcar que el mayor problema que presentaba la identidad judía no era la dimensión religiosa, sino la nacional. Por ello, tras la Segunda Guerra Mundial, viviéndose una época de mayor tolerancia religiosa que la vivida antes de la contienda, las campañas antisionistas se incrementaron, siendo la mayoría de los perseguidos de hecho judíos ateos. El identitarismo hebreo no tenía cabida en el modelo de Estado defendido por Stalin. El Comité Judío Antifascista será puesto en el punto de mira y durante los años finales de la década de 1940 se llevará una campaña de persecución y represión contra los integrantes del grupo. Famosa es la Noche de los Poetas Asesinados, el 12 de agosto de 1952, en la trece judíos, no sólo poetas, fueron asesinados en los calabozos de la Lubyanka, cuartel principal de la NKVD. Los acusados habían sido arrestados en 1948 y muchos de ellos, como Peretz Markish o David Bergelson, eran miembros del Comité Judío Antifascista.

Como se ha dicho numerosas veces a lo largo de esta entrada, el leninismo se mostraba contrario a todo nacionalismo. Sin embargo, es innegable que bajo el gobierno de Stalin se potenció el nacionalismo ruso, sobre todo durante el período de la Segunda Guerra Mundial, reivindicándose figuras como las de los generales zaristas Mijaíl Kutúzov y  Piotr Bagratión, quienes se enfrentaron a Napoleón en la invasión francesa de 1812, trazándose un paralelismo evidente entre la invasión napoleónica y la nazi, pero también antes de la contienda, con la película Alexander Nevsky de 1938, que muestra la derrota de la orden teutónica, trazándose una vez más un paralelismo con la Alemania nazi, a manos del héroe homónimo. La película estuvo dirigida por el famoso Serguéi Eisenstein, otro judío que no sufrió ningún tipo de  represalia por el gobierno de Stalin. La cuestión es que las campañas antisionistas de Stalin posiblemente estuvieran más relacionadas con esta campaña de rusificación que con el anti nacionalismo leninista. Los judíos salieron bien parados si los comparamos con otras minorías como los chechenos, coreanos o karacháis, sometidos a deportaciones masivas. Eso sí, por mucho que le duela a charlatanes panfletarios como Timothy Snyder o Anne Applebaum, los ucranianos tampoco estuvieron especialmente oprimidos. Su cultura, lejos de ser reprimida, fue potenciada, basta con ver que el número de libros publicados en idioma ucraniano subió de veintiocho o ochenta y cuatro millones de 1928 a 1939.

La muerte de Stalin no supuso el final del antisionismo si bien este cambió de forma y comenzó a mostrarse más en el ámbito internacional, con el cada vez mayor apoyo soviético al mundo árabe, que en el interior, donde la liberalización de Kruschev puso final a las persecuciones a gran escala. En los países satélite de la URSS también se palpaba un ambiente antisionista, por no decir antisemita. Tras la Segunda Guerra Mundial la esfera soviética se extendió sobre Europa Oriental, zona donde existía una importante comunidad judía, seriamente castigada por la ocupación nazi y por el colaboracionismo de regímenes como el rumano. En estos países ya existía un fuerte sentimiento antisemita antes de la Segunda Guerra Mundial, basta con ver las leyes de la Segunda República Polaca que limitaban el número de judíos que podían entrar en la universidad o trabajar en la administración pública. Obviamente, todo el antisemitismo existente en estos países antes de la guerra mundial quedaría eclipsado por el Holocausto. 

Desfile del 1 de mayo de 1947 en Tel Aviv.

Con todo, el antisemitismo sobrevivió a la contienda y siguió estando presente bajo los nuevos gobiernos comunistas, tanto por parte de los ciudadanos, como, en menor medida, desde el propio gobierno. En Kielce, Polonia, el 4 de julio de 1946 se extiende el rumor de que unos judíos habían secuestrado a un niño, lo que concluye en un pogromo en el que civiles, policías y militares asesinan a cerca de cuarenta judíos. Nueve de los atacantes fueron condenados a muerte por el gobierno comunista. 

Hechos como el de Kielce difícilmente se pueden comparar con el supuesto antisemitismo puesto en marcha por los nuevos gobiernos socialistas. El caso más sonado fue el de los Juicios de Praga de 1952 donde catorce altos cargos del gobierno, diez de ellos judíos, fueron acusados de conspiración, llevándose a cabo un total de once ejecuciones. El gobierno socialista de Klement Gottwald acusaría a los supuestos conspiradores de ser agentes al servicio del titoísmo y el sionismo. Irónicamente, Checoslovaquia había sido el principal apoyo de Israel durante la Primera Guerra Árabe-Israelí, suministrando una altísima cantidad de armas a los nacionalistas israelíes. Lo más seguro es que las etiquetas de titoísmo y sionismo fueran utilizadas como excusa para deshacerse de miembros con una postura opuesta a la de Gottwald. Esto no evitó que internacionalmente el proceso fuese visto como antisemitismo puro, no sólo por Estados Unidos, Israel y el bloque occidental, sino también por algunos sectores del nacionalsocialismo. El neonazi estadounidense Francis Parker Yockey interpretaría el juicio, junto a la destitución de Kagánovich por Kruschev, como la ruptura definitiva entre comunismo y judaísmo, abogando por una alianza entre neonazis y soviéticos contra Israel y los Estados Unidos.

Si bien los Juicios de Praga difícilmente pueden verse como un proceso propiamente antisemita, no se puede decir lo mismo de lo ocurrido en Polonia tras la Guerra de los seis días de 1967, la cual supuso la ruptura total de relaciones entre Israel y el Pacto de Varsovia, con la excepción de Rumanía. En este contexto, el líder polaco Władysław Gomułka puso en marcha una campaña antisionista que rápidamente evolucionó para dar paso a la discriminación antisemita: bajo la dirección del ministro del interior Mieczysław Moczar, más de ciento cincuenta oficiales judíos del ejército fueron cesados así como importantes cargos del Partido Obrero Unificado Polaco como Roman Zambrowski o Stefan Staszewski. Si bien esta campaña fue en parte una estrategia de Gomułka para deshacerse de enemigos dentro del partido, el gran alcance de la misma demuestra la existencia de un claro y evidente sentimiento antisemita dentro del gobierno de la República Popular de Polonia. 

Los sucesos de Polonia representan una versión más extrema de lo que ocurría en la vecina Unión Soviética bajo el gobierno de Leonid Brezhnev, que se mostraba continuista respecto a Kruschev en política internacional, perdurando el apoyo soviético a las naciones árabes en su lucha contra Israel. Si bien en las décadas de 1960 y 1970 no se vivieron persecuciones, por lo menos no a gran escala, contra los elementos considerados sionistas ni se experimentó un clima de discriminación laboral como el ocurrido en Polonia, la cultura y la identidad hebrea estaba bajo el punto de mira del gobierno. Ciertas representaciones de los israelíes, como la de una araña judía en la fiesta del 1 de mayo de 1972 en Moscú, rozaban el antisemitismo, basta con comparar la representación moscovita con las caricaturas del período de entreguerras y de la Segunda Guerra Mundial, usando también la metáfora de la araña. 


Araña israelí, representación expuesta en las fiestas del 1 de mayo de 1972 en Moscú, junto al texto "¡Sionismo, arma del imperialismo!" 

Al ver su identidad cultural relegada a un segundo plano, muchos judíos soviéticos buscaron abandonar el país para poner rumbo a Israel, algo que el gobierno no iba a tolerar: aunque los judíos representaban menos del 1% de la población soviética, un tercio de los hebreos que emigraron de la URSS tenían algún tipo de educación superior. Brezhnev buscaba evitar una fuga de cerebros, más aún teniendo en cuenta que Israel, enemigo de la URSS, se vería beneficiado. En muchos casos las autoridades del MVD (Ministerio del Interior) se negaban a otorgar visados de salida argumentando que los solicitantes habían tenido acceso, debido a sus estudios superiores, a información que ponía en peligro la Seguridad Nacional de la Unión Soviética. En caso de que se otorgase un visado, este era del denominado Tipo 2, documento que retiraba la ciudadanía soviética al solicitante y le impedía volver al país.

Las políticas de Brezhnev respecto a la emigración judía fueron rápidamente aprovechadas por los propagandistas anticomunistas y sionistas, tanto de Israel como de, claro está, los Estados Unidos, para crear un relato exagerado y maniqueo alrededor de los judíos soviéticos a los que se les impedía emigrar, los refuseniks. También hay que decir que el gobierno soviético no hizo mucho esfuerzo en mejorar su imagen en el exterior respecto a la polémica. Para la segunda mitad del Siglo XX la URSS había dejado de lado a Europa occidental y al bloque occidental para centrar su proyección internacional en el Tercer mundo: el mundo árabe, América Latina, África y el Sudeste Asiático. Lo que pensasen los habitantes del llamado Primer mundo sobre la URSS poco le importaba a la cúpula diligente soviética. Como no podía ser de otra manera, el discurso sobre los refuseniks se potenció durante el gobierno de Ronald Reagan y su visión infantil de la Guerra Fría como una lucha entre el bien y el mal. 

Especialmente mediático fue el Caso Dymshits–Kuznetsov de 1970: Dieciséis disidentes soviéticos, catorce de ellos judíos, compraron todos los asientos de un vuelo de Aeroflot con ruta Leningrado-Priozersk con el objetivo de secuestrar el avión y huir a Suecia. Los planes del grupo fueron descubiertos por la KGB y todos los integrantes del mismo fueron arrestados. Los líderes del grupo, Mark Dymshits y Eduard Kuznetsov fueron condenados a muerte por alta traición, pena que fue conmutada ante las presiones internacionales. Se trataba de una pena especialmente dura e inusual. Disidentes de mucha mayor relevancia tuvieron penas mucho menores o ni siquiera las tuvieron. Basta con ver el caso del filofascista Aleksandr Solzhenitsyn, al que el gobierno de Brezhnev lejos de juzgarle, le expulsó de la URSS. Dymshits y Kuznetsov serían finalmente intercambiados por prisioneros del otro lado del muro. Tras su liberación, Kuznetsov trabajaría para Radio Free Europe, punta de lanza primero del anticomunismo y luego, y hasta día de hoy, de la rusofobia y el atlantismo. 

El Caso Dymshits–Kuznetsov supuso un antes y un después en la forma en la que la mayoría de judíos veían a la URSS. Lejos quedaban ya los tiempos en los que se podían ver carteles con la efigie de Stalin en las calles de Tel Aviv. En prácticamente todos los países en los que existía una comunidad hebrea considerablemente grande se vivieron protestas y en algunos casos se vivieron acciones violentas. En este sentido destaca la Liga de Defensa Judía, grupo fundado en 1968 por el rabino Meir Kahane en Nueva York y que llevaría a cabo ataques contra misiones diplomáticas y propiedades soviéticas en los Estados Unidos, incluso en 1971 pusieron una bomba en un centro cultural soviético en Washington DC, que no causó ninguna muerte. La Liga de Defensa Judía también se enfrentaría y atacaría a grupos e individuos árabes y palestinos, a grupos neonazis y al Partido de los Panteras Negros. Meir Kahane sería acusado de  conspirar para secuestrar a un diplomático soviético, poner una bomba en la embajada iraquí en Washington y enviar armas al extranjero desde Israel. Kahane fue asesinado en 1990 por un egipcio en Brooklyn. Es considerado el padre del kahanismo, ideología que lleva su nombre, ideología supremacista israelí.


Caricatura soviética de 1976 burlándose de la supuesta incapacidad de la policía de Nueva York para encontrar a los vándalos sionistas que habían atacado propiedades soviéticas en la ciudad. El grupo sionista en cuestión era la Liga de Defensa Judía, fundada en 1968 por el rabino Meir Kahane.

Las políticas migratorias soviéticas llegaron a su fin con la llegada al poder de Gorbachov y la puesta en marcha del Glasnost, que junto a la Perestroika supusieron los últimos clavos en el ataúd de la URSS. Irónicamente, la ingenuidad de Gorbachov y su Glasnost llevó al auge de numerosos grupos neonazis como Pamyat o Unidad Nacional Rusa. 

Como conclusión podemos determinar que el antisemitismo soviético ha sido claramente exagerado por occidente si bien es cierto que las medidas de Stalin y Brezhnev contra el nacionalismo hebreo fueron especialmente duras y desproporcionadas. Las campañas de Gomułka en Polonia por otro lado sí que pueden ser calificadas de antisemitas y tuvieron una magnitud y naturaleza que difícilmente puede compaarse con lo que ocurría en la vecina Unión Soviética. 


Judíos del Óblast Autónomo Hebreo en 1987, durante un acto en el memorial de guerra de Birobidzhan.


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